En las pinturas rupestres del
mesolítico presentes en la Cueva de la Araña, en Bicorp (Valencia), proliferan
escenas de la recolección de la miel, si bien es difícil determinar su origen,
se calcula que estas pinturas podrían datar entre 7.000 y 8.000 años de
antigüedad. En el Mesolítico 10.000 a
5.000 años adC, el hombre comienza la recolección de miel de colmenas
silvestres y en el Neolítico cuando aprendió a controlar las abejas y
enjambres.
Existen datos históricos que señalan
la existencia de prácticas apícolas en el periodo predinástico de Egipto, trasladando sus colmenas en embarcaciones a lo largo del río
Nilo. Hay papiros que datan del año
2400 a. C. donde podemos observar la práctica.
Los griegos, que fundan Éfeso en el año 1100-1000 a. C.
en el Asia menor en la Anatolia hoy Turquía, veneraron la apicultura dado que
la Diosa Artemisa (después Diana
para los romanos) era representada en las monedas [1] con el cuño de
una abeja en los años 480 a. C. En la Tracia también fue muy común acuñar
monedas con una abeja. Los romanos, también
practicaron la apicultura y en general heredaron las prácticas helénicas e
hicieron de ellas un objeto de culto. Los poetas geórgicos dedicaron obras a la
descripción de los instintos, costumbres, inteligencia de las abejas y a la
explotación racional de estos animales que nunca dejaron de sorprenderlos. En
general, siempre en los relatos de las sociedades más avanzadas de todas las épocas,
se han encontrado vestigios del conocimiento de las abejas y de la explotación
racional de la miel y la cera.
La apicultura alcanzó su apogeo
cuando el único elemento conocido para endulzar los alimentos era la miel. El
descubrimiento de América y la plantación de caña de azúcar en las
regiones tropicales de este continente, hizo decrecer sensiblememnte la
importancia de la apicultura. Sin embargo su práctica no se interrumpió en
ningún momento.
La apicultura moderna comienza con
la creación de los panales y los cuadros móviles, en virtud que no destruyen
los mismos al realizar la cosecha de miel, las hojas de cera estampada y los
extractores mecánicos, alcanzando su apogeo a fines del siglo XIX y a
principios del siglo XX gracias a los trabajos de estudiosos como Arturo Wulfrath Brockhoff, Huber, Dzierzon, Quimby, Langstroth, Hermano Adán, Fabre, Hoffman, Miller, Alley, Doolittle, De
Hruschka, Mehring, Root, Munn, Miner,
Harbison, Wolf, Phillips, Smith, Dadant, Fabre y Farrar.
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